¿Qué sonido más dulce que tu canto podría haber?
Que se oye dulce y sereno al atardecer.
Porque aunque a las palabras el viento se las lleva,
Tu voz queda flotando como polvo sobre arena.
Ni el quejido de un violín podría opacarte,
Ni el más agudo de los tonos, podría eclipsarte,
Ni la eterna melodía de un piano te callaría,
Pues no existe sonido que iguale tu armonía.
Quizás los campos de amapola se marchiten,
Como la rosa que alguien dejó en un jarrón.
Pero habrá algo que no se marchitará jamás.
Esa hermosa voz que te dio DIOS.
Quieran los inviernos crudos despellejar tu garganta.
Quieran los calores del verano doblegar tus ganas.
Pero más allá del tiempo, más allá de tu decisión.
Te aseguro que nunca olvidaré el rumor de tu voz.
En la noche, cuando hasta los pájaros enmudezcan,
Las estrellas visiten tu alcoba y te protejan,
La luna brille en lo alto, soberana y perfecta,
Allí estarás, tú niño, entonando cantinelas.
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