MARISOL Y LUIS

MARISOL: Hay cosas que no entiendes de mí, mi dulce Ana. Sos todavía pequeña para saber por qué siento tristeza al verte ir al jardín. Vos lloraste un poco, pero yo lloré más. Sobre todo cuando e vi jugando con esos niños con la misma espontaneidad con que lo hacías en casa. Supongo que me has olvidado. Pero veo tu sonrisa nuevamente cuando regresas y pienso que todo volverá a ser como antes.
¡Qué equivocada estoy! Jamás volverás a ser bebé ni te acunaré en mis brazos: no cabes ya en ellos. Crecerás y tendrás tus amistades, tu novio, tu propio círculo de relaciones y yo aunque miré no podré sacarte de él. Ya serás una más de ellos.

LUIS: No hables sola, Marisol, no escribas tampoco una carta a nuestra hija. Ella te comprenderá a su debido tiempo pero aún es joven. Sé que estás inquieta y yo también lo estoy. Si vuelvo a casa y no la encuentro, me falta el aliento. Sé que soy padre por ella y si no existiera, mi paternidad tampoco.
Es la razón por la que no te digo todo lo que quisiera decirte a la cara. Te amo, pero mi amor por ella es distinto, es más intangible, más puro, menos físico. Es algo muy distinto al quererte a vos. Si yo la veo bonita a ella me alegro y quiero que todos sepan que es mi hija. Si te veo bonita a vos, quiero ocultarte de los demás. Sé que alguna vez haré lo mismo con ella, pero por ahora es sólo mí, mi niña.

MARISOL: También es mía Luís. ¿Quién crees que la tapas por las noches o le cuenta historias de princesas? Vos no sabes más historias que las ridiculeces que hacen tus amigos. Yo puedo ser su cable a tierra, vos sólo su amor imposible. Yo siempre seré su modelo. Vos su fortaleza y a quién tenga más respeto.

LUIS: No me creas cruel, con ella no lo sería. Si alguna vez te he pegado no fue culpa mía. Sos histérica, impaciente y gritona. Quieres mandonearme como la madre que ya no tengo. Tienes por costumbre llenarme la cabeza de tus problemas insignificantes y nunca das lugar a que yo te cuente lo míos.

MARISOL: Nunca lo has intentado. Tienes menos palabras que Oaky. Mientras yo me muero por hacerte hablar, vos te callas y me dices que soy preguntona, que si hubiera algo que decir ya lo hubieras hecho.

LUIS: No preguntas cuando debes, no tienes sexto sentido. Yo que pensaba que las mujeres eran mucho más empáticas que los hombres. Pero vos no sos así, al menos no conmigo. Si con tus amigas, esas chismosas que no dejan de hablarte ni día por medio.

MARISOL: Yo no hablo mal de tus amigos malolientes. Eso que todos los sábados se vienen para aquí a hacer la previa. ¿Qué piensan, qué esto es un aguantadero? Encima se lavan sus mugrosos sobacos peludos cuando vuelven del partidito. Tu hija no tiene derecho ni a ver Talento Argentino, porque ellos se cruzan por el pasillo arrojándose las medias.

LUIS: Esto es algo que debemos hablarlo otro día, Mari. No puedes recriminarme todas las cosas que hacen los demás. Prefiero que nos llevemos bien y que paseemos un rato antes de buscarla a Anita.

MARISOL: Luís, ¿piensas conformarme con un cortadito? Te has equivocado conmigo.

LUIS: Ya sé que sos pretensiosa y que un paseo no es paseo sin sándwich de por medio. Pero estamos a fin de mes y si me das dos o tres días más te juro que te llevo a dónde quieras.

MARISOL: No Luís, un restaurante no es suficiente. ¡No tienes espíritu aventurero! Si fuera por vos pondrías chofer para manejar el control remoto. Ya te he dicho que esas salidas aburridas dónde vos me ves las dos horas la cara no me gustan.

LUIS: ¿Quieres algo más movido? ¡Pues vamos a un boliche!

MARISOL: ¿Para qué? Si ni bailas.

LUIS: ¡Pero puedes bailar con mis amigos!

MARISOL: No, tus amigos después de la segunda cerveza se me pegotean como chicles mal masticados.
Necesito que estemos los dos solos.

LUIS: ¿Solos, sin Ana?

MARISOL: Sin Ana. Vayamos a cabalgar por los cerros de Tafí, probemos unos vinitos en Cafayate…

LUIS: ¿Y con qué se paga eso?

MARISOL: Con mucho amor.

LUIS: Pues viaja con tu madre.

MARISOL: ¡Ay Luís, sos de pijotero! Bien que tienes para pagarles a tus amigos todas las tomadas.

LUIS: Es cuestión de solidaridad. Sabes que soy el único que trabaja.

MARISOL: Bueno, a esta altura ellos ya deberían haber puesto una cervecería.

LUIS: ¡Qué indolente que sos! Pobres muchachos, sabes que trabajando se enferman y quieres exponerlos a una muerte segura.

MARISOL: Más vale morir trabajando que con el lomo virgen.

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